RESEÑA DE THOR: RAGNAROK

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*** Esta reseña incluye severos S P O I L E R S ***

Hay tres cosas que podés hacer cuando te toca contar el nuevo capítulo de una saga: moverte hacia adelante, hacia los lados, o volver atrás.

Voy a usar un ejemplo. Una tarde de agosto mi ex ex novia y yo estábamos sentados en su banqueta. Mientras me convidaba de sus Chobix (los cuales acusó de ser deliciosos pero manchar mucho los dedos), puso su mano sobre mi brazo y me dijo que su percepción era que yo no entendía lo que implicaba ser novio de alguien, que nosotros lo que éramos era amigos. Con ello, dando por concluida lo que había sido una bonita y afable relación. Yo habría podido moverme hacia adelante, ilusionándome con nuevas posibilidades en los senderos del amor para quien era un joven desbordante en candor e idealismo. O moverme de manera lateral, imaginando universos paralelos en los que tal ruptura jamás ocurrió y en su banqueta, mi ex ex novia y yo, nos envolvimos en una charla serena que culminaba en que con mi boca yo succionaba de sus dedos el polvo de Chobix, como hacen las parejas románticas todo el tiempo. En cambio, meses después yo volví atrás, re-configuré el pasado y pensé “Oooh, ahora entiendo… cuando tocó mi brazo… nunca en realidad me tocó… sus dedos estaban cubiertos… el hombre al que amaba se escondía detrás de un manto de Chobix, ¡por eso no pudo encontrarme, sentirme!”. Eso, yo considero, es la verdad.

Moverse hacia atrás es también lo que hizo el director Taika Waititi en Thor: Ragnarok. Una especie de revisionismo histórico en el que cuestiona “Si Asgard es visto como un faro de justicia, sabiduría y dorada higiene en la galaxia, pero a la vez se sostiene bajo un sistema monárquico con énfasis en los valores marciales, ¿es posible que todo eso sean puras mamadas y que esa radiante prosperidad albergue los horrores del colonialismo? ¿Es acaso Asgard… una mentira y basura?”.

Funciona como analogía de los Yunáis de Norteamérica. La diferencia entre lo que creen ser y lo que sin casaca son: un imperio. Hela (Cate Blanchett) es el fantasma de un sanguinario pasado que Asgard jamás confrontó y que se mantuvo hirviendo en sus cimientos, hasta que un día salió a flote para descascarar todos los mitos patrióticos – es como resultás con Donald Trump, con hileras de nazis marchando por las calles o con espeluznantes tiroteos semanales.

Las revelaciones de Hela, quien además de curtir a mameyazos ejércitos enteros de nobles asgardianos también atormentó mi complejo de castración mezclado con calentura, en retrospectiva le dan mayor peso a la decisión de Thor de no aceptar el trono de Asgard. Thorito es un chaval jipiento rechazando trabajar en la fábrica de su papa porque “Papa, hombre, ya le dije que no quiero ser el administrador de la fábrica de Chobix. Yo sé que con la venta de Chobix me pagó el cole pero no me tira buena vibra esa onda de que la misión de la empresa sea «Ser líderes de la categoría en el mercado local, produciendo los Chobix de más alta calidad, pero también con el polvo que más cubra los dedos de nuestros consumidores impidiéndoles sentir el cálido contacto de su prójimo y con ello, finalmente, garantizando la destrucción absoluta del afecto humano en el mundo». Siento que algo anda mal con usté, papa, diuna vez se lo digo. Y yo no voy a ser partícipe de dicha corrupción. Además, ahorita acabo de encontrar una oferta en el periódico para laborar en un… net-center, y eso haré. Adiós, papa, oye”.

Yo pienso que el principal problema de Hela, la usurpadora, es su ausencia de un departamento de relaciones públicas. Sus discursos se basan exclusivamente en asegurar que es la Diosa de la Muerte y que por lo tanto a las personas nunca les faltará la Muerte en forma de macabras ejecuciones. O sea, esa es la plataforma política de Zury Ríos y a ella tampoco le ha funcionado. Al menos Hela debería regalar gorras con la cornamenta chingona que porta en la cabeza.

Ahora, del otro lado de la galaxia está Sakaar, el planeta a donde rebota Thor, Loki y resulta que también Hulk. Allí el líder supremo es el Grandmaster (Jeff Goldblum en su máxima expresión), ¡y ese men sí que sabe de marketing, control de masas y populismo! Por supuesto, como Hela, también ofrece muerte… pero no indiscriminada. Solo un maje ofrece muerte indiscriminada. Él ofrece la muerte de gladiadores esclavos bajo el altar del entretenimiento popular y el culto a las celebridades.

Es mi creencia que en el Capitalismo hay un montón de Grandmasters y algunas Helas. Y a los Grandmasters les fascina hacernos creer que la única alternativa a ellos son las Helas.

En cuanto a la trama, Thor: Ragnarok es Gladiador, Mortal Kombat, Los Juegos del Hambre y Flash Gordon a la vez. Es decir, no hay nada de nuevo en su premisa narrativa. Pero Waititi toma la plantilla odiseica del regreso del rey desterrado para rellenarla de las puras mejores cosas de la vida: la huella artística de Jack Kirby, actores fabulosos y un humor que se sustenta en interacciones auténticas, extrañas e incómodas entre personajes auténticos, extraños e incómodos (nota: recomiendo explorar la brillante sensibilidad humorística de Waititi en su pseudo-documental de terror, Lo que Hacemos en las Sombras).

Supongo que Marvel visualizó que tomar con reverencia esta película acerca de un canche mamey que vuela dándole muchas vueltas rápido a su martillo y que incluye a un perro del tamaño de Clifford El Gran Perro Rojo resultaría en una película blanda como las dos anteriores del canche mamey. Así que la dejó en manos de un director de comedias independientes que realizó una sátira sin reverencia por nadie: Thor es un audaz aventurero que se va de culo ante el peligro y el peligro lo humilla; Hulk habla y es un bebé; Valquiria (la siempre vibrante Tessa Thompson), una cínica y alcohólica; y Loki, un mago de trucos quemados a quien nomás le queda su rastrero instinto de supervivencia.

Todo eso me encantó. Pero entiendo que hayan fanes a quienes les irrite tanta falta de respeto. Porque además existe una facción de «geeks», compuesta principalmente por hombres, que prefiere que se tome a sus superhéroes y villanos con absoluta seriedad y se retraten como personajes épicos e intimidantes. Por mi parte, prefiero sublimar mis ansiedades masculinas imaginando que Hela me obliga a revolcarme como gusano en una piscina de polvo de Chobix… ¡Hey! ¿ustedes saben de alguna dominatrix discreta operando cerca de mi región?

La demencia pluri-colora de Thor: Ragnarok culmina con chingo de poesía. Asgard, sus mentiras y monumentos arden en las llamas apocalípticas, mientras sobre el planeta flota su gente, ahora nómadas. La sociedad post-Asgard habita un espacio liminal en el que las viejas estructuras, castas y jerarquías no existen más. El trono de Thor no es más que una silla giratoria de oficina.

RESEÑA DE WONDER WOMAN

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Un montón de pensamientos optimistas germinaron en mi mente mientras veía Wonder Woman. “¡Al fin una buena película de DC, algo que no pasaba desde Nolan!”. “¡Esta es el mejor filme acerca de un superhéroe que es mujer!”. “¡Qué alivio que fue el capitán Steve Trevor el que aterrizó en Themyscira y no Ábner, mi compañero cuando trabajé en un call-center, porque ese cerote habría dejado morir a toda Europa en una nube de gas, a cambio de permanecer en una isla de puras mujeres y poder decirles que es propietario de una promotora de artistas sin que nadie pueda desmentirlo revelando que, en realidad, lo que hizo fue contratar una vez a unas patojas para servir de modelos en un taller de peinados que su mamá organizó en el Intecap!”.

Hablando de Themyscira, esa primera parte de la película es quizá la que menos disfruté. Aunque siempre voy a preferir una narrativa fluida y un buen desarrollo de personajes que el mero worldbuilding (el delirio de los nerds, el dulce néctar del escapismo máximo), siento que faltó un pushito más de textura. A lo que me refiero es que me habría gustado ver qué hacen las amazonas cuando no están partiéndose los queises. Pónganle: baby-Diana corriendo y cantando por la isla; mientras al fondo una doñita tiende ropa, otra lee, tres chavas cooperan para subir una maceta en una escalera y una seño intenta que una vaca se mueva para poder transportar su carreta de frutas; hasta que baby-Diana tropieza sobre el caparazón de su amigo el armadillo y después le caen unos cocos. Yo sé, es Moana. Pero esas secuencias son bien eficaces diciéndote en un par de minutos cómo vive la mara en un lugar.

La otra onda es que las amazonas en sí son medio aburridas. Cero chingadera. Aunque de algún modo tiene sentido. La comedia, reflexioné, proviene principalmente de tres fuentes: burlarse de la apariencia y/o fracasos del prójimo (las amazonas son muy honorables y compasivas para eso), sentirse uno mismo miserable (cómo mierdas, si viven en un paraíso y nunca se mueren) y los pedos (sus alimentos son demasiado higiénicos y saludables).

Pero todo eso lo compensa un guión sólido (Zack Snyder, Allan Heinberg & Jason Fuchs) y la dirección impecable de Patty Jenkins. Cacharon el personaje de Diana desde la primera hasta la última escena—Después de escuchar de su madre la mitología del origen de las amazonas, Diana pregunta “¿Y la mata dioses?”, refiriéndose a la espada otorgada por Zeus. Ese es su espíritu de permanente rebelión, desde wirita más interesada en tronarse deidades que en venerarlas.

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La movie agarra ritmo una vez cae Steve Trevor (Chris Pine) que aquí viene siendo la criatura extraordinaria que invita al héroe a la aventura. Tras una trepidante secuencia de batalla entre las amazonas y un grupo de proto-nazis que venían siguiéndolo—en la que pierde la vida la general Antíope (una fenomenal Robin Wright)—Trevor es capturado. Frente a un tribunal liderado por la Reina Hipólita, Steve Trevor dice, “Buenas tardes, señora. Mire, qué pena que vine solo a ponerlas en molestias. Su hija, tan linda, me salvó la vida. Ella me estaba diciendo que quería ir a la Guerra pero yo le digo que no tenga pena porque yo creo que ya lo resolvieron. Era un clavo que tuvieron porque había un partido y parece que se echaron los tragos y, ya sabe, se pusieron al brinco los majes, pero ya estuvo. Mejor, con lo que sí tal vez la voy a molestar, es que me dé posada unos dos meses, por lo menos mientras me recupero. Hubiera querido traerles algo, una su magdalena siquiera, pero con estas carreras ya ni pude. Lo que yo le ofrezco es que de repente les gustaría aprender algo de salsa y la otra cosa es que soy buen masajista, entonces, pensando ideas verdá, como tampoco vengo a estarme de haragán, podría darles unos masajes a las muchachas cuando terminen de entrenar. Vaya que allí en mi mochila ando cargando una crema de semilla de uva y unos bálsamos de ajonjolí”. ¡Perdón! Se me olvidó que era Steve Trevor y no Ábner.

Cuando la historia se mueve al mundo del hombre, en el segundo acto, es donde se encuentra el mero corazón de la película y donde más brilla Gal Gadot en un chingo de soberbios matices. Como yo lo veo, lo que confeccionó Jenkins es una historia de amor. No específicamente entre la Mujer Maravilla y Steve Trevor. Aunque ese romance, que combina una potente química entre Gadot y Pine y un balance preciso entre girar los géneros del cliché de “Dama en Apuros” pero sin hacer que Steve deje de parecer cabrón, valiente y, sobre todo, un buen aliado feminista—porque ese es el tipo de persona con el que Diana querría estar—, es excelente y a mi parecer el mejor romance en una movie de superhéroes desde que Christopher Reeve y Margot Kidder fueran absolutamente adorables en las Supermanes de los setentas/ochentas. Lo que creo es que Wonder Woman es una historia de amor entre la Mujer Maravilla y la humanidad, a la que conoce en uno de sus momentos más gachos.

La luz de la humanidad que viene aderezada con chorros de obscuridad es el tema central de Wonder Woman. La forma que Patty Jenkins eligió para revelarlo es simple pero excelente: 1) Diana descubre algo bueno que hacemos los humanos (como bailar, cantar, hacernos el paro entre nosotros, producir bebés, o los helados de vainilla), 2) Diana reacciona y la toma nos muestra su reacción—Varios críticos que he leído, en especial los que son mujeres, han celebrado cómo está lica está exenta de encuadres innecesarios a los glúteos de Gal Gadot y la cámara de Patty Jenkins siempre está enfocada, ya sea en capturar las emociones de Diana, o en decirnos “Permítanme ilustrarles cómo esta atlética dama se rifará el físico y a continuación desatará un manantial de dolor sobre este soldadito… sí, este cuque pisado que está allí ve… ese cabal… PEM PEM PEM”—, 3) ahora Diana descubre algo terrible que hacemos nosotros los humanos (como verguear animales, decidir qué tan bien debe vivir alguien según su color de piel o si porta o no una ñonga, o construir artefactos para asesinarnos a gran escala), 4) la toma nos muestra la reacción (emputada, indignada, estupefacta, etc) de Diana.

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Por eso las secuencias de acción de veritas te pegan. No solo porque están bien coreografiadas o porque el lazo mágico chingalavista se ve mega tuanis en contraposición con los tonos fríos de los pueblitos desolados. Sino porque cada acción va impulsada por, a) lo mucho que le emputa a Diana lo que hacemos, y b) lo mucho que le gustamos y quiere salvarnos.

Piensen en lo catártica que es esa escena. Ya saben cuál. Cuando Diana asciende de la trinchera y atraviesa la No man’s land. No solo la composición es hermosa, sino que está impulsada por el personaje. Es transformadora. Por eso decidí que esa secuencia será mi nuevo video para ver en las mañanas antes de salir a ganarme el pan y perseguir mis sueños, substituyendo así a mis dos videos motivacionales actuales: el de El Pin Plata anotándole un gol a Brasil y el de mi esposa dando a luz a mi hijo, y con “mi esposa” quiero decir “El Pin Plata” y con “dar a luz” quiero decir “anotar” y con “mi hijo” quiero decir “un gol a Brasil”.

Ahora, respecto al tercer acto. No creo que esta historia necesitaba un Ares. Y si lo necesitaba, no creo que la resolución final necesitaba de un duelo físico con Ares. ¿Por qué hace falta tirarse objetos contundentes cuando se está teniendo una discusión filosófica? Urge que alguien le avise a los ejecutivos joliwudenses que no todas las conclusiones de superhéroes requieren katos explosivos y a un jefe final de videojuego.

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De todos modos, hay que aplaudirle a Miss Patty el que, en medio de ese talegueo, haya logrado sostener la conclusión interna de Diana cuando mira a Charlie, Sameer y El Jefe, sus nuevos cuates, abrazarse dispuestos a morir juntos y en especial a Steve inmolarse por los aires en nombre de la causa. Es la esperanza que le faltaba para convencerse que los humanos somos más helado de vainilla que basura. Y entonces llega su mero momento de triunfo. No cuando le atraviesa el torso a Ares con un rayo. Nel. Me refiero a cuando se abstiene de sepultar a la Doctora Veneno debajo de un tanque.

Esa escena es tan de cómic de superhéroes, restregándote sus metáforas en la cara sin la delicadeza con la que Ábner masajea amazonas. El aire le arranca la máscara y la Mujer Maravilla descubre que la única mujer con poder que encuentra en el mundo del hombre es una mujer herida que se convirtió en “bruja” y construye horrores al servicio del patriarcado porque, en algún momento, debió pensar “puta, si no voy a ser respetada al menos voy a ser temida”. Diana lo entiende y le muestra compasión. Allí es cuando la Mujer Maravilla alcanza su pico máximo de mujermaravillismo.

Sería bonito si esta película inspira a más mujeres a oponerse a las opresiones y mircoopresiones patriarcales cotidianas. A decir cosas como “Disculpe, jefe, pero yo trabajé en este proyecto tanto o más que usted así que deme el reconocimiento que merezco” o “Le repito, caballero, que no quiero un masaje. Sí, yo sé que su crema es de semilla de uva y sus bálsamos de ajonjolí. Pero no es mi deseo ser masajeada en este momento. Por favor, pase al final de la barra por su combo de burrito de media libra crunchy”.

RESEÑA DE THE MARTIAN

TM

Contiene S P O I L E R S

Iba a mi casa después del chance, cuando decidí agarrar para Cayalá y entrar a la última función de THE MARTIAN. El tráfico estaba siendo una basura, así que pensé que ver en el cine a Matt Damon atrapado en Marte, sería mejor idea que ver en el retrovisor a un hombre que no es Matt Damon atrapado en el tráfico. A huevos, fue una mejor idea.

Al salir, tenía ganas de hacer ciencia. The Martian hace que querrás ser un científico. Como Rocky hace que querrás ser un boxeador, Erin Brockovich que querrás ser un activista, Batman Begins que querrás ser Batman, Mi Novia Polly que querrás ser novio de Jennifer Aniston, Picture Perfect que querrás estar siempre con Jennifer Aniston o Marley & Yo que querrás ser un perro si eso significa poder oler el dulce cabello de Jennifer Aniston.

Lo voy a decir y me vale madre, o mejor dicho, me vale Marte (perdón). The Martian es mi película favorita de Ridley Scott. Pienso que es la mejor película que Ridley Scott ha hecho—y he visto exactamente el 40% de ellas, así que tómenlo como quieran.

Alien, Blade Runner, Gladiator y Black Hawk Down son licas que me gustan demasiado. Pero no creo que ninguna de ellas fabrique personas tan bien como The Martian. Acá, Scott cachó que el humor es parte importante de la experiencia humana. Los seres humanos generan humor e ironía aunque se los esté llevando la gran puta (como ocurre en la mayoría de sus películas) o haya algo a punto de salir de sus estómagos (como ocurre en la mayoría de sus películas).

La ironía en The Martian es un refrescante chisguetazo de agua marciana en cómo Ridley Scott cuenta historias. Él es un esteticista, que sabe hacer que las cosas se vean fuckin gloriosas. Mi. Huevo. Si. No (sí, esa fue Cameron Diaz cogiendo con un carro. Gud taims). Pero cuando le faltan el humor y la ironía, los personajes en las movies de Ridley Scott pueden terminar siendo solo conceptos cool que escupen frases que suenan trascendentales (Blade Runner), mara tirando melodrama (Gladiator), gente hablando incoherencias (Prometheus) o Cameron Diaz cogiendo con un carro (The Counselor).

En The Martian, las personas parecen personas actuando como personas (en gran parte, gracias al guión de Drew Goddardque también escribió The Cabin in the Woods, uno de los mayores logros de la humanidad en el siglo 21). El resultado es una lica con los grandes temas de Ridley Scott, como la religión, y también bastante simbolismo, como una engasada escena final en la que Mark Watney (Matt Damon) flota para ser rescatado por la comandante Lewis (Jessica Chastain) y se enreda en el cordón de la Unidad de Maniobra Tripulada, como un bebé comenzando la vida. Pero, esta vez, en el centro de la lica está la humanidad de los personajes.

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También en el centro, está la ciencia. Está lica ama la ciencia. Ama la ciencia tanto como la San Martín ama ponerle texturas a sus menús.

Tengo que aclarar que no sé mucho de ciencia, o de cómo funcionan las cosas. Por ejemplo, cuando a alguien se le queda el carro y me pide que abra el capó para checar,  espero encontrarme con los dos únicos diagnósticos que puedo dar: 1) «señor, las partes de su vehículo son de juguete. Usted está manejando un carro de juguete». 2) «señor, su motor está lleno de Cameron Diaz enanas haciéndole el amor a las piezas».

De hecho, soy tan malo en la ciencia que si estuviera en Marte, y solo tuviera papas y un vergo de popó de gente, en lugar de hacer una siembra de papas como hace el protagonista, yo habría construido un Frosty hecho de popó con ojos de papas, para que Santa Clos lo viera desde el espacio y llegara a rescatarme… o no, solo querría que Santa mire lo que hice con popó.

El punto es que, con tantas licas de ciencia ficción enfocadas en mostrarnos cómo la ciencia aplicada podría chingar el futuro, resulta tuanis hallar una lica que celebre la capacidad lógica del ser humano, pero a la vez su empatía. No como dos elementos que se excluyen, sino como cosas que sirven el mismo propósito: hacer nuestras vidas más chileras y emocionantes.

Además, en un encantador montaje, la lica tiene esta canción. Es lo mejor.