«BONITA. CANCHITA. OJOS AZULES».

FEA

El siguiente texto está basado en una historia real…

«Yo le diría a una cuata; estudió arquitectura y anda buscando chance, pero ¡ya vas!, Caquerandra (este es un nombre ficticio que estoy utilizando para proteger la identidad de mi entonces jefa…aclaro, es ficticio) no va a querer contratarla», me dijo, mirando mi desesperación, la compañera a quien por aquella tarde habían transferido de otra sucursal para auxiliarme con la clientela -«¿Por qué? ¿qué tiene? ¿un dieciocho tatuado en la cara?»  -«Nel vos, lo que pasa es que es fea, pero así ¡fea…y gorda!…además es bien morena. Te lo juro…a Caquerandra no le va a gustar».

Yo no le creí, imaginaba que Caquerandra sería incapaz de tomar en cuenta la supuesta «fealdad» de esa chava para no contratarla. Tal vez porque yo era un tipo ingenuo que, en cierto modo, consideraba que los empresarios exitosos siempre lo eran porque habían sido bien gamonales con todos y vivían en un estado de retribución divina, o tal vez porque, hasta entonces, no tenía razón para creer que no contratarían a alguien por «feo». Es decir, me habían contratado a mí, y lo más cercano que yo he estado en mi vida de ser modelo fue cuando salí de Magneto (no del fenomenal villano de los X-Men, sino del nada fenomenal grupo pop mexicano) en una velada artística del colegio, y claro, las damas nos aplaudieron y nos gritaron «¡mangos!» pero solo porque éramos adorables, como un chimpancé vestido de Elvis.

La onda es que una tarde llegué a encontrar a una guapa chava rubia detrás del mostrador. Al principio pensé que era una de nuestras clientas, una de esas mamás jóvenes que andan en camionetas Volvo, que pasaban a vitrinear después de pilates y que articulaban frases como «ay, vos, el baby de la Clau estuvo requete. Al final decidimos hacerle un brunch y como aquella es re-foodie todo fue gourmet». Sin embargo, resultó que de hecho era la nueva vendedora de la jornada de la tarde.

Sé que si la vida fuera una telenovela «la nueva» habría sido una tramposa hija de puta interpretada por Joanna Benedek, habría obtenido el chance y a un soberbio especimen masculino que además es el dueño de la corporación y contesta las llamadas en inglés. Por otro lado, La Gorda Fea no tendría nada más que a un abuelo muriéndose y una medallita de la Virgen Morena. Por supuesto, al final la canchona lo perdería todo, por culera, el varonazo se iría con la gorda fea…que en realidad no era una gorda fea sino Lucero mal maquillada y con un chingo de almohadas debajo de la ropa, ya que todo era un plan para probarle al varonazo que el amor verdadero no sabe de apariencias, y a las gordas feas que miraban la telenovela que en realidad no es como ellas, que están solas y que fuck you.

Pero en la vida real la canchona era buena onda y una trabajadora funcional. De hecho, mercadológicamente, tenía un plus que pude ir percibiendo con el pasar de los días: cierta naturalidad y horizontalidad con la que varias de nuestras clientas se comunicaban con ella, como si al mirarla percibían a esa amiga de su hija que se llevan al chalet de Ati para Semana Santa, en lugar de a una de esas mucas de las áreas marginales que seguramente tienen algún pariente enchachado.

A mí me parecía tuanis. No es que haya una ley, material o moral, que te prohiba contratar a una persona bonita o rubia. Son tan guatemaltecos como cualquiera.

La parte chueca la descubrí un domingo en el que me pusieron a depurar las hojas de vida que nos habían enviado los aspirantes al puesto. Me puse a shutear y encontré el currículum de «la nueva» y me di cuenta de que su experiencia laboral era más modesta que la de varios otros aplicantes. Sin embargo, hallé la explicación a su elección en la anotación de Caquerandra: «EXCELENTE PRESENTACIÓN. BONITA: CANCHITA OJOS AZULES».

Me quedé helado. Esa mierda es tan horrible en varios niveles que ni siquiera sé cómo empezar. Okei, lo primero lo entiendo, lo de «EXCELENTE PRESENTACIÓN»; por ejemplo, cuando yo llegué a la entrevista, procuré no llevar puesta mi playera con un estampado de un condón roto fumando crack. El problema es, no solo tomar en cuenta la supuesta belleza como un factor decisivo para la contratación, sino además relacionar esa belleza con unos rasgos étnicos específicos. Lo peor es que es la misma lógica estúpida en muchos anuncios publicitarios. Es decir, las personas en los anuncios pueden ser canches o bonitos, o canches y bonitos. Hay guatemaltecos así. Pero el porcentaje de gente bonita y rubia, en las vallas o en los anuncios, es tan hasta la mierda que la región de Guatemala va a ser un dilema para los alienígenas que intenten rastrear las migraciones humanas una vez nos hayamos extinto. Como no van a tener nada más que un chingo de vallas publicitarias, van a suponer que, o este era un asentamiento de descendientes vikingos, o una de las razones de la extinción de los guatemaltecos fue una epidemia que tenía como efecto secundario una intensa pérdida de melanina. Es sumamente deprimente, rodearnos por enormes anuncios aspiracionales con gente que en la mayoría de casos no se ve físicamente como nosotros, clasifica como abuso, es como instalar diez mil espejos de la bruja de Blancanieves en tu casa, cada uno con la personalidad de Moe de los Tres Chiflados.

Yo sé que la respuesta a esas prácticas es racismo y el que, aún cinco siglos después, la cara de mucha mara sigue estando ideológicamente tan en lo profundo del culo de Europa que es necesario equipos mineros para comunicarse con ellos.

No sé qué tan a menudo suceda algo como la decisión de Caquerandra en nuestra sociedad y probablemente alguien salga con eso de que «es su negocio y puede contratar a quien putas quiera»…yo no estoy de acuerdo. Es obligación de todos acabar con el racismo, especialmente si manejás una empresa y tus decisiones tienen un impacto laboral y económico. No está deahuevo utilizar un pensamiento racista para generar desigualdad competitiva en función de una estrategia de marketing. Cuando de güiro me explicaron el capitalismo, me dijeron que entre más mierdas aprendiera tendría más chances de quedarme con un buen empleo. Nadie me mencionó que incrementaría mis aptitudes laborales viajar en el tiempo y decirle a mi ancestro español invasor que deje de coger con indias.

En el momento que leí esa mamada en el currículum no pude evitar pensar en la Gorda Fea, quien jamás llegó porque su cuata, sabiamente, prefirió ahorrarle lo del pasaje y que la vieran gacho. ¿Qué tal si hubiera llevado puesto el Phillip Bloch de $20,000 que Halle Berry llevó a los óscares del 2003? ¿Será que con eso sí se ganaba una «EXCELENTE PRESENTACIÓN» o estaba condenada desde el momento en que decidió ser gorda y fea? ¿Qué más habría podido hacer?, ¿guardar en cloroformo la cabeza de Marilyn Monroe y hacerse una máscara con su rostro y una peluca con su pelo?…porque yo ví una lica en la que alguien practicaba algo así y, créanme, no solo la solución es MUCHO PEOR que el problema sino que no creo que sea el tipo de empleados que querés para tu empresa.

Excepto si tu empresa es un castillo medieval en las montañas húngaras que presta el servicio de cacería recreativa de seres humanos.

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