JESSICA

JESSICA

Ilustración: Danilo Lara (yo, pues)

2006. Entré a la galería de arte y encontré a Jessica. Hundida en el sillón rojo de la esquina, en medio de una maceta y el garrafón de Salvavidas que hacía “gluc” cada seis minutos. Detrás de ella colgaba un Elmar Rojas de diez mil dólares. En la mano sostenía un fólder beige de a quetzal.

Parecía colegiala del Centro, de las que andan sacando fotocopias y comiendo mango verde. Asumí que no era una clienta y que ese conjunto de pantalón, blusa y chalequito fue el mismo que usó en sus prácticas. También llevaba unas calcetas gruesas de color amarillo, tan feas que si la persona con la que vas a hacer el amor las tiene puestas y descubrís que es un hobbit, se las arrancarías con los dientes de ser necesario, porque los pies de un hobbit son más eróticos sin esas calcetas puestas. De todos modos, el código de respeto que distinguía mi trabajo como dependiente de mostrador, me exigía no ser prejuicioso y mostrar una actitud de completa amabilidad ante cualquier persona de cualquier condición.

Le pregunté cómo podía ayudarla y me contestó: estoy esperando a la licenciada para la entrevista de secretaria. Hablaba demasiado rápido, como si cada palabra fuera un Pac-man hartándose a la siguiente. La onda es que Jessica era bien chula: morenita, sus cachetíos, nariz chata, ojos algo chinos, pelo negro hasta los hombros con rizos humectados, y un bache en la frente porque de güira se rascó la varicela. La licenciada ya no tarda en venir, le expliqué queriendo tranquilizarla. Pero yo solo estaba hablando mierdas. Ni conocía su paradero, ni existía entre la licenciada y yo algún vínculo psíquico. Solo era mi jefa, la dueña del negocio, y yo, el vendedor de cuadros y a su vez asesor de enmarcado.

Soy Danilo –me presenté. Mucho gusto, me llamo Jessica. Y tú, ¿qué sos? –dije, creyendo que era obvio que me refería a su profesión. Yo sé que uno puede ser varias cosas a la vez pero, decir “¿qué sos?”, es como las personas les preguntamos a otras a qué se dedican, y ellos te contestan ay soy ingeniero o fijate que estudio Derecho o tengo una mi empresa de instalación de cocinas. Excepto los hippies, porque ellos te contestan que son energía Prana universal que ha convergido en un tiempo y espacio específicos para enriquecimiento de todo lo que tiene vida. AAAAAAAY, HIPPIES.

Jessica no era hippie. No era una persona normal tampoco, a mi pregunta de “¿qué sos?” me respondió: soy pura Crema. No la corregí. No tengo idea de qué clase de experiencias te llevan a considerarte, primero que todo, pura Crema. Pero decidí que Jessica era demasiado adorable y que yo no era ningún cerote como para andar corrigiéndola. La entrevista estaba acordada para las doce, pero la licenciada llegó a las dos. Entró corriendo, alegando sus tradicionales problemas de caquera, como que perdió el control remoto del portón del condominio, o que le corrieron la cita en el salón, o que los mozos se demoraron ordeñando las cabras ibéricas y no había leche para bañarse.

La licenciada se disculpó con Jessica por el atraso. O por lo menos, el equivalente a disculparse según la licenciada. Entraron a la oficina y mientras tanto saqué mi almuerzo. Me fue imposible comer, estaba ansioso esperando que Jessica no la cagara en la entrevista y así volverla a ver. Por qué te pusiste esas calcetas, Jessica. No vayás a decir que lo que sos es pura Crema, Jessica. Convencé a la licenciada de que tenés las aptitudes, la disposición para aprender y la actitud orientada a metas que requiere el puesto, Jessica. Hacelo por mí… por nosotros, Jessi. La entrevista duró veinte minutos. Después, Jessica salió rumbo a la puerta, caminando ligero y desplegando una postura confiada. Adiós pues, usté –me dijo siendo un encanto.


El día siguiente, lo primero que noté fue que habían cambiado el Elmar Rojas de diez mil dólares, por el horrible acrílico de un jaguar en medio de una jungla con un chingo de guacamayas volando. La galería estaba en silencio, excepto por el “jazz leve con el que ambientan las galerías en Atlanta de donde traje estos discos re nice” que siempre poníamos –en cumplimiento con las normas impuestas por la licenciada y que yo no seguía los domingos en los que me quedaba solo, a cargo del negocio, cuando ponía trance porque YO ERA ASÍ DE LOCO, TÓMALO O DÉJALO.

Conforme caminaba, mis latidos se hacían casi tan fuertes como el “gluc” del garrafón.

Llegando a la recepción, tuve una visión del futuro. De un futuro hecho mierda sin Jessica. Gritos de niños, columpios ardiendo en llamas, elefantes diabólicos aplastando gente, yo convirtiéndome en una máquina. Si ese va a ser el futuro, está bien, pensé. Pero quería vivirlo con Jessica, quería ser aplastado por un elefante diabólico pero junto a Jessica, tomándonos de las pinzas hidráulicas que tendremos por manos. Ya había vivido veinticuatro años bajos en Jessica y no pensaba seguir un puto día más.

Antes de abrir la puerta de la oficina, estudié la peor de las posibilidades: una vieja ñoña sentada en la silla de secretaria. O tal vez una vieja buena onda. O una hija de la gran puta. Da igual. Por mí puede estar Frida Kahlo y yo no voy a preguntarle “ay, Frida, contame cómo pintaste esas cosas tan bonitas pero tristes, ¿llevabas mucha angustia por dentro?” ni tampoco voy a preguntarle «¡¿NO SE SUPONE QUE ESTÁS MUERTA, FRIDA, QUÉ MIERDAS HACÉS DESEMPEÑANDO EL PUESTO DE SECRETARIA EN GUATEMALA, SOS UN ZOMBI O NO SOS UN ZOMBI?!»

Simplemente, no le voy a preguntar nada. Yo solo voy a estar bravo, haciéndole jetas todo el día a Frida Kahlo por no ser Jessica. Por ser solo otra no Jessica más en el mundo.

Suspiro. Abro la puerta con la mano bien sudada. Frente a mí, la silla de secretaria la ocupa una que sí es Jessica. Buenas tardes, Danilo. Marque su tarjeta de entrada, por fa. Le cuento que voy a ser estricta con eso, diuna vez le digo.

Espero que esto no suene degenerado, pero estaba tan ilusionado con ver a Jessica todos los días, que habría ingerido todos mis líquidos directamente de su calceta amarilla, si eso ponía una sonrisa en su rostro.


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Si sos Jessica, solo quiero que sepás que estos años he tenido una vida amorosa plena y emocionante… mjm, sí, plena y emocionante… ah, no, es que me da como infección en los ojos por los ácaros, a veces… no son lágrimas. No estoy llorando.

8 comentarios en “JESSICA

  1. Si hubieras tenido una vida amorosa «plena y emocionante», cada encuentro te hubiera hecho añorar calcetines amarillos!!

    Te contesto Jessica? que fue el encuentro para ella?

    PS. Mi historia coincide con el nombre! hahaha

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    • No me contestó. No sé qué es de ella, la verdá. Como soy un pisado estúpido que ha visto mucha tele y escuchado muchas rolas de desamor noventeras, pienso que leyó mi blog en su mansión del Mediterráneo tomando una margarita mirando al océano. Luego llegó su esposo, el millonario a quien no ama, le preguntó «Qué lees, querida» y ella cerró la laptop, le contestó «nada», se secó una lágrima y fue a servirse otra margarita para lidiar con los recuerdos. ¡Chócales, saludos! :D

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